miércoles, 24 de junio de 2009

UN REPORTAJE DE MENTIRA

Héctor Alfonso Morales

Todos hemos dicho alguna porque somos incapaces de evitarla. La mentira acompaña, rodea y coexiste con el ser humano y su vida social .Pero, ¿Por qué mentimos? ¿Qué pasa en nuestro cuerpo cuando lo hacemos? ¿Qué sucede con la persona a quien engañamos?

La necesidad de obtener certeza y decir lo que los demás quieren escuchar nos orilla a emplear la mentira de forma recurrente. Eso sí, algunas veces con consecuencias y, en otras, nos salimos con la nuestra porque no nos descubrieron en el engaño.

“El hombre es el único animal que miente”, dicen los psicólogos Manuel Porcel Medina y Rubén González Fernández. Y advierten que las demás especies pueden camuflarse y utilizarla para beneficio y sobrevivencia; la diferencia estriba “en que el ser humano la esgrime en forma reflexiva”; tiene plena conciencia de ella.

Alejandro Arias Mundo es un claro ejemplo: mintió de forma deliberada. Se supone que este semestre acabaría la carrera de Ingeniería Eléctrica- Electrónica. Su mamá ya tiene el premio. Lo llevará a visitar a su hermana en Canadá, durante este verano. Sin embargo, el estudiante de 24 años no le ha dicho a su madre que aún le faltan 7 asignaturas para concluir sus estudios.

“Ella (mamá) cree que ya terminé la escuela. Debo cinco materias y este semestre voy a reprobar otras dos, es decir, tengo que recursar siete materias. Le voy a decir que veré lo de mi titulación o que estoy trabajando en una investigación para que no se dé cuenta; una mentira me llevó a la otra”

Para el doctor en Psicología Social, Rolando Díaz Loving, la falacia posee una explicación basada en la congruencia entre lo percibido por los sentidos y la realidad circundante: “Los seres humanos tienen la necesidad de mentir, o decir su propia posición para obtener certeza, la cual es fundamental para la sobrevivencia de la especie”.

Así, Arias, con su mentira, tiene la certidumbre de que nadie saldrá lastimado; ni él, ni su mamá. “Sé que si le digo la verdad se va a sentir muy mal y, seguramente, también me irá mal a mí”.

Desde el punto de vista psicológico, Díaz Loving afirma que “muchas veces se miente para hacer sentir bien a los demás; todavía más en nuestra cultura mexicana. En ella, siempre decimos a los demás lo que quieren escuchar porque el qué dirán tiene un peso muy importante en nuestra sociedad”.

Sin embargo, bastaría con que la mamá del estudiante universitario se sentara a la mesa y platicara con su hijo para descubrir la verdad. Nada de tehuacanazos, ni choques eléctricos serían necesarios para la confesión

El cuerpo, como señala la creencia popular, nunca miente y, si se sigue dicha sabiduría, la verdad, con un poco de observación, caería por su propio peso.

Según un estudio, realizado por científicos de las universidades de Pennsylvania y de Temple en Estados Unidos, cuando una persona miente, se activa el lóbulo frontal, temporal y límbico, alojados en el cerebro. ¿Qué quiere decir? El cerebro de Alejandro Arias tuvo que trabajar más.

En esta labor cerebral, las reacciones fisiológicas no se hacen esperar. La presión arterial, la frecuencia cardiaca y la sudoración aumentan. Incluso, los pies pueden ser también delatores si no se tienen bien apoyados sobre el piso y se dirigen a otro lado que no sea el interlocutor.

A estos signos corporales de la mentira, Rolando Díaz agrega que “cuando la gente no está segura de lo que dice titubea más, no observa a sus interlocutores, parpadea mucho.”

Y el mismo investigador de la UNAM menciona que puede ocurrir un proceso interesante a la hora de mentir: el autoconvencimiento. “Si alguna persona dice algo de forma muy convincente, vehemente, llega el momento en que él mismo se cree sus propios engaños”. Por el momento no es el caso. El aspirante a ingeniero afirma que engaña, con toda la intención, a su madre; sinceridad que raya, admite en el cinismo de su sonrisa, tras ver el video de su entrevista..

La mamá de Arias Mundo ¿qué sentirá si descubre el engaño? Por el momento, según el estudiante, ella no sabe nada, aunque “se sentirá muy mal si lo descubre”, y tomará represalias.

“Seguramente me descontaría mi quincena, me dirá todo un discurso de que la escuela es a lo único que me dedico, y cómo es posible que repruebe siendo que es algo que me gusta, que me llama y pensaría que el posible problema es que descuido los estudios por salidas, permisos, entonces me los empezaría a negar”.

La reacción sería lógica. Descubrir una mentira trae consecuencias emocionales serias para el individuo engañado. “Frustración, incapacidad aprendida que deriva en situaciones de depresión o incluso reacciones violentas por la inconformidad”, expone Díaz Loving.

Advierte que Alejandro no es el único porque al “no haber una realidad objetiva con la que todos estemos de acuerdo, es imposible entonces la existencia de alguien incapaz de decir una mentira”.

A pesar de ello, en la elaboración de este reportaje, al intentar recoger testimonio de algunas mentiras, algunas personas le negaron, a este reportero, su anécdota. ¿La razón? No se acordaban se haber mentido. ¡Mentirosos!

lunes, 22 de junio de 2009

La reseña de un "Tiempo Transcurrido"


Héctor Alfonso Morales

Tiempo Transcurrido.
A los diecisiete años que cambiaron la historia contemporánea de México en el siglo XX, Juan Villoro les pone música. Y no sólo ello, sino que su pluma realiza una crítica mordaz, sincera y llena de sentido del humor a una sociedad en plena efervescencia y transformaciones sociales, políticas y culturales.


Las crónicas de este libro son ficticias, pero jamás carecen de interés para el lector. De 1968 a 1985, el escritor mexicano expone, año por año, las características esenciales de una época considerada parteaguas para la configuración de la vida mexicana actual.


Pero Villoro se aleja de los clichés. Rompe con la solemnidad y lamento de la matanza de 1968, con un joven que encuentra en la música su despertar hacia la libertad. Se burla del comunismo dogmático de una chica que al se atreve a decirle ¡Pinche Reformista! a Carlos Marx. Celebra el furor juvenil por la androginia causada por David Bowie. Finaliza con el momento previo a la gran tragedia de 1985, cuando México vivía una promesa de progreso que el terremoto terminó por derrumbar.



Con un estilo fluido, los textos del también autor de Dios es Redondo atrapan al lector desde la primera línea. Lo convence para que se adentre en a las modas, filias y fobias de una época, siempre acompañados de las rolas y bandas musicales del momento, para gozar de las le

tras de los Beatles, The Police o Black Sabbath entre historias llenas de ironía.


Esta obra también evoca los recuerdos de quienes asistieron en vivo a una era llena de esperanza y rebeldía inherente a la evolución musical. Es, a la vez, es una invitación a los más jóvenes para conocer cómo eran sus padres y abuelos.


Juan Villoro da las herramientas suficientes, a través de sus letras, para comprender el proceso, un tanto traumático, que tuvo que pasar la juventud mexicana de tres décadas distintas para obtener identidad y quebrar los cánones establecidos por una sociedad mexicana conservadora. Todo al ritmo de rock, pop, punk y metal..


Así, el juego es con el la música y el lenguaje. Las crónicas ficticias revelan la realidad de una juventud llena de contradicciones, belleza, e ideales. Un verdadero retrato del Tiempo Trancurrido.



La sacudida que el Tri necesita

Héctor Alfonso Morales

Nos quejamos de que juegan mal. Vamos al estadio Azteca para abuchearlos porque apenas pueden ganarle a Trinidad y Tobago por un raquítico gol. Los salvadoreños se burlan de la playera verde; a los estadounidenses se les ve para arriba. México es cuarto lugar en el Hexagonal Final de la eliminatoria mundialista, con el riesgo de faltar a Sudáfrica 2010. ¿Qué le pasa a la Selección Mexicana de Futbol, otrora, El Gigante de la CONCACAF?


El Tri, combinado 26 del mundo, según la clasificación mundial de la FIFA, cayó en la cancha de El Salvador y Honduras, que ocupan los lugares 100 y 35, respectivamente. Sufrió para ganarle, como local, a la 72 como lo son los trinitarios. Estos resultados son un fiel reflejo de la realidad del balompié mexicano.

Se fue Hugo Sánchez, por no llevar a la Selección sub-23 a los Juegos Olímpicos de Beijing. Llegó Eriksson, 13 partidos y lo echaron; el medio futbolístico le achacó al sueco su desconocimiento de la idiosincrasia del futbolista mexicano e, incluso, problemas con el idioma, que según el medio del balompié nacional, le impedía comunicar sus ideas a los jugadores. Ahora se cuestiona a Javier Aguirre, bombero que llevo, de milagro, a México al Mundial de 2002, por no poder levantar la cara del combinado tricolor; podría venir el mismísimo Johan Cruyff y, seguro, sucedería lo mismo.

Y es que el problema de la Selección Mexicana no es de nombres, sino de la carencia de un proyecto de desarrollo de nuestro futbol a mediano y largo plazo, que tenga como plataforma el impulso del talento de futbolistas nacionales y su respectivo fogueo, con duelos ante potencias europeas.

Es cierto que la llamada Generación Dorada, el conjunto nacional sub-17, ganó una Copa del Mundo, en Perú 2005. Este equipo hizo creer a más de uno que sería un parteaguas en la historia nuestro futbol. Decepcionaron. Sus jugadores no han podido consolidarse como futbolistas de Primera División, y, en caso de Carlos Vela o Giovanni Dos Santos que están en Europa, son pocos los minutos de acción que ven en sus respectivos clubes. Incluso en el caso de Gio, afirmó la prensa inglesa, su mejor actuación en Europa ha sido salir borracho en una fiesta de fin de año del equipo al que pertenece su carta, el Tottenham Hotspur.

Si a una generación devaluada le sumamos la carencia del impulso a jugadores jóvenes por parte de los clubes, la posibilidad reglamentaria de que cada equipo mexicano juegue hasta con cinco jugadores extranjero en el torneo local (dicho sin xenofobia), siempre en posiciones clave, mediocampistas creativos y delanteros, principalmente, es decir, se inhibe el desarrollo del talento de jugadores mexicanos, la posición de México en el Hexagonal Final tiene su razón de ser en este argumento.

No obstante, está lejos de ser el único problema. La Federación Mexicana de Futbol (FEMEXFUT) se ha dedicado a programas partidos amistosos intrascendentes en Estados Unidos, sólo para obtener los dólares que los paisanos del otro lado de la frontera norte de nuestro país pagan por ver al Tri. ¿De qué le sirve a la Selección, estimado aficionado, jugar contra el tercer equipo de Suecia? La respuesta está en los billetes verdes y en el auspicio que las televisoras le dan a este tipo de encuentros.

Televisa y Televisión Azteca tienen en el Tri un gran negocio. Transmisiones saturadas de anunciantes. Celulares, refrescos, cervezas…todo lo que se pueda vender en 90 minutos (más la previa, el mediotiempo y el resumen) aparecen en la pantalla de televisión. El dinero ya está por encima de cualquier buen resultado. De todos modos, el estar instalados en la peor zona futbolística con tres boletos y medio al Mundial casi garantiza que México esté en la máxima justa del balompié.

Hoy, sin embargo, el pase está en riesgo y la preocupación de la FEMEXFUT, los medios de comunicación y patrocinadores para nada se oculta. La Selección, si terminara en este momento la eliminatoria, jugaría un complicadísimo repechaje ante Ecuador por el pase a Sudáfrica. Y si llegase a quedar fuera de la Copa del Mundo se perdería una incalculable cantidad de dinero de todos los involucrados económicamente con la Selección.

Con cinco partidos restantes, tres de ellos en el Azteca, la eliminación parece improbable. Si México consigue nueve puntos, llegaría a 15. Ningún equipo de la CONCACAF ha quedado fuera de un Mundial con ese puntaje. A los verdes les bastaría con ganar los encuentros restantes como local para viajar al Mundial el año entrante.

¿De qué le serviría a la Selección calificar si va a arrastrar el prestigio por las tierrras africanas, donde se topará a España, Brasil, Italia, Alemania, Argentina y Holanda? El nivel futbolístico mostrado, hasta ahora, por el combinado tricolor les daría, por mucho, la posibilidad de jugar la primera ronda y hasta ahí. Aunque daría lo mismo, el negocio ya estaría hecho para los que lucran con la playera tricolor cuando salta al terreno de juego.

Así, lo que México necesita es una sacudida. Un sismo devastador que abra los ojos de directivos, dueños de equipos, entrenadores, futbolistas, patrocinadores y afición. Y ese terremoto sería no asistir a la Copa del Mundo. Sólo así se podría dar un golpe de timón, costoso, doloroso y triste, pero se cambiaría el rumbo de fondo y no de nombre. Entrenadores y jugadores podrán ir y venir, sin éxito alguno. Las cosas continuarán sin mejoría.

Por eso, resulta necesario cambiar los reglamentos para darle mayor peso al talento nacional, en vez de suplirlo con elementos foráneos, hacer que la Selección juegue de visitante, en Europa y Sudamérica, y no siempre bajo el cobijo de su afición en el Azteca y Estados Unidos. De esta manera, el Tri realmente crecerá y podrá competir contra los mejores…

¿Qué piensa estimado aficionado? ¿Ir siempre al Mundial, calificando apenas en la peor zona futbolística, para ser humillados, después, por las potencias de este deporte; con las arcas de la FEMEXFUT, medios de comunicación y patrocinadores llenas, tristeza en la afición? ¿O faltar a una justa que cambie el rumbo de las cosas, se establezca un plan de desarrollo a mediano y largo plazo del balompié nacional para lograr ser competitivos, y jugarle al tú por tú a cualquiera y ganarles, a pesar de la pérdida económica pero alegría en la fanaticada mexicana?

Usted, como siempre, tiene la mejor opinión, comentemos y debatamos, este espacio es suyo. Y que ruede el balón.

Julieta Fierro: la estrella de la investigación astronómica


Héctor Alfonso Morales

Una estrella del firmamento de la Investigación: Julieta Fierro. La catedrática y divulgadora de la ciencia habló del recorrido que tuvo que pasar para convertirse en una gran astrónoma, orgullosamente universitaria.


Entrevistada por decenas de usuarios en el videochat de www.periodistasinpluma.blogspot.com, la reconocida astrónoma, de buen humor y semblante relajado, relató que en su niñez “siempre en Matemáticas sacaba puro diez; en las denominadas Ciencias Sociales, me iba bastante mal.”


Esta situación favoreció para que la maestra de la Facultad de Ciencias de la UNAM eligiera el camino que la encumbraría como una científica reconocida a nivel nacional e internacional. “Mi hermana me ayudó muchísimo para elegir mi profesión. Me decía que estudiara Física porque las clases serían muy prácticas; no me arrepentí de la decisión”.


En esta disciplina encontró a sus personajes históricos: Johannes Kepler y Galileo Galilei. Justo con este último, Fierro logró empatar la investigación con otra de sus pasiones: el baile. Toma clases de mambo y, al ser este el Año Internacional de la Astronomía, mandó componer una pieza llamada Y sin embargo se mueve porque asegura “me gusta mucho el baile. Yo creo que, además de las otras responsabilidades que tienes como docente, tienes que dedicarle, por lo menos, 15 minutos a la semana para hacer lo que te gusta”.


Aunque dentro de sus aficiones, Julieta Fierro no descarta la docencia. En ella, encuentra vitalidad y gusto por transmitir lo que sabe: “es lo máximo dar clases en la UNAM, es un orgullo y un reto. Es importante para el país”. Abundó: “a los jóvenes hay que enseñarles a crear a aprender. No es llegar a dar clases sino entregarles el esfuerzo”.


Ante la sencillez de una pregunta de los internautas, ¿cómo es un día normal en la vida de la astrónoma?, la autora de más de 40 publicaciones aseguró que tiene una vida común, donde disfruta cada momento.


“(Todos los días) es poner el despertador, levantarme, ver un poco de televisión, depende, arreglarme, clases de mambo, dar clases. Los sábados arreglar ponencia y luego disfrutar a la gente que te rodea”.


Ah…y como Julieta no evadió ninguna pregunta dice que acerca de los OVNIS que “no he visto evidencia de que exista vida en otros planetas, matemáticamente no podría ligarlo, pero tampoco podría negarlo totalmente.”


Así, la estrella de la investigación astronómica universitaria, Julieta Fierro, convivió con los cibernautas de periodistasinpluma.blogspot.com, se despidió con una sonrisa, digna de la más brillante constelación académica.


Haz clic aquí para ver videochat con Julieta Fierro en Youtube

sábado, 20 de junio de 2009

Luis Enrique Herrera: todo por una medalla paralímpica


Héctor Alfonso Morales

Un sueño truncado se convirtió en la fuente su pasión. Quiso ser beisbolista por admiración hacia su abuelo; la retinitis pigmentosa lo llevo por otro camino: el de convertirse en un atleta paralímpico de talla mundial.

Luis Enrique Herrera entrena todos los días en la Pista de Calentamiento de Ciudad Universitaria. Desde 1989, no falta a las prácticas de Atletismo. Llega apenas aparece el sol para preparase. Sigue en la búsqueda del anhelo que lo levanta de la cama, le hace ponerse su uniforme que dice, orgullosamente, México; abrocharse sus spikes e ir rumbo a la Pista de Tartán: convertirse en un medallista de los Juegos Paralímpicos.

En su carrera deportiva, el fondista universitario ha logrado siete medallas Panamericanas, tres de Campeonato Mundial, además de un séptimo y noveno lugar en dos Paralimpiadas, en pruebas como los 800, mil, 1500, 10 mil y la maratón en la categoría Track-12 para atletas ciegos parciales. El camino para obtener este palmarés, no obstante, ha estado lleno de vericuetos que ha sabido sortear, a pesar de la limitación visual que padece.

Narra: “Admiraba mucho a mi abuelo, por eso, quise ser beisbolista. Pero a los 16 años me di cuenta de que algo andaba mal. La retinitis terminó con un 60% de mi visión. Si en el béisbol no ves la pelota, no sirves para nada”. Herrera dejó el rey de los deportes “decepcionado y deprimido”; la vida le tendría una segunda oportunidad para continuar en el deporte.

Entró a la Preparatoria 5, y, ahí, conoció al Atletismo.“En un principio, pensé que correr sería fácil, ¿qué tan difícil podría ser?, me dije. Ya después me daría cuenta de lo complicado que es. Te tienes que preparar muy fuerte…”, continúa mientras la voz se le llena de alegría, contagia su emoción y sus ademanes vehemente acompañan su concepto del deporte que practica: “correr me hace sentir libre, feliz, pleno”.

El sobresalto de las palabras de Luis Enrique también va acompañado de agradecimiento. La Universidad Nacional Autónoma de México es todo para el fondista mexicano. "Aquí estudié, aquí me formé, aquí está lo que conozco y quiero". Su carrera académica y deportiva, y la entrenadora a la que ama “como si fuera una madre”, lo comprueban.

Herrera está titulado en Química Farmacológica por la Facultad de Química de la máxima casa de estudios. Presume haber acabado una carrera universitaria y continuar con sus entrenamientos; ríe porque recuerda que se salió con la suya: “vengo de una familia muy tradicional. Mis padres querían que me dedicara a la escuela y lo hice”.

Pero pasiones son pasiones y “me decían que dejara de correr y que mejor buscara trabajo. Lo que hice fue trabajar por temporadas, juntaba dinero y volvía a las pistas”.. Ahora, Luis vive de una beca de ocho mil pesos que la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) le otorga por ser un atleta paralímpico, aunque una de sus compañeras afirma que también ha llegado a vender los tenis que le da la misma institución para llevar una buena calidad de vida.

“¿Por qué no ejerzo mi profesión para tener más dinero? El estar aquí (Pista de Calentamiento) me motiva, me llena más que cualquier otra cosa”. Hace una pausa, busca a su entrenadora; la señala. “Ella es casi como mi hermana, la conozco desde 1989 y ella es la culpable de lo que soy. La admiro, es una mujer como pocas: dedicada, trabajadora, sincera y comprensiva”

Susana Herrera es entrenadora de fondo y medio fondo, pero para el atleta representa más que eso, “porque sabe qué me gusta, lo que no, cómo motivarme, mis debilidades y hasta le cuento problemas que ni a mi familia le platico; es mi amiga y confidente”.

Su instructora lo ha llevado a conseguir todos sus logros nacionales e internacionales. Lo preparó para la maratón de su categoría de los pasados Juegos Paralímpicos de Beijing 2008. Quedó en noveno lugar. Luis Enrique reconoce que aún tiene una asignatura pendiente en la máxima justa deportiva.

Justo ahí. por primera vez en toda la plática, se pone serio. Su gesto se endurece y se recrimina a si mismo. Agita el puño, su rostro se oculta, la sonrisa de siempre se pierde en un tiempo maldito, 2 horas 38 minutos y 50 segundos, que él creyó que le alcanzaría para ganar una medalla en China. “Pensé que con el tiempo que hice, me bastaría para subirme al podio; cuatro años antes, hubiera alcanzado metal con esa marca. Me quedé muy corto esta vez”.

Recupera el optimismo, mismo que se diluye con la sinceridad y el reconocimiento, quizá resignación, de que su anhelada medalla paralímpica nunca llegue…pero advierte que luchará por conquistarla.

“… Ahora tengo 38 años y no soy ningún jovencito, pero todos los días, después de siete medallas Panamericanas, tres de campeonato mundial, un séptimo y noveno lugar en dos Paralimpiadas, me paro todos los días para venir a esta pista a entrenar, y conseguir la única presea que me hace falta, la de unos Juegos Paralímpicos", finaliza con el brillo del Sol en sus lentes que ocultan su deficiencia visual.

Ésa que no ha podido truncar el camino de Luis Enrique Herrera para ser un deportista de talla mundial.